Las croquetas son posiblemente uno de los platos más típicos de la gastronomía española, pero realmente su origen es francés. La “croquette” no era más que un picadillo de carnes varias rebozadas y fritas, pero gracias a la invención de la bechamel y su popularización en nuestro país disfrutamos de las maravillosas croquetas, blanditas y suaves por dentro y crujientes por fuera. Las más tradicionales y populares son las de jamón o bacalao, pero las posibilidades son infinitas.
Dulces, saladas, de jamón, vegetales… las croquetas admiten casi de todo, por eso como bien saben nuestras abuelas y abuelos, son nuestras mejores aliadas para aprovechar restos de comida que tengamos por la nevera y disminuir así nuestro despilfarro de alimentos. Croquetas de carne de cocido, de restos de pescado, de pollo asado, de champiñones, de queso para aprovechar los trozos olvidados en la nevera… ¡Deja volar la imaginación!
Poner el aceite y la mantequilla al fuego y añadir los ingredientes que vaya a tener la croqueta. Puedes aprovechar los restos del cocido o un pollo asado, o hacer las tradicionales de jamón.
Incorporar la harina sin dejar de mover una vez se hayan salteado los ingredientes anteriores.
Cuando esté ligada y dorada, añadir leche o caldo, de poquito en poquito para ir integrando todo y para que vaya espesando. Si estuviera demasiado espesa, poner más leche. Añadir la nuez moscada y pimienta al gusto.
La textura adecuada de la bechamel para las croquetas se alcanza cuando, al remover con cuchara de palo, se despega de las paredes de la sartén o cazo donde la estamos haciendo.
Enfriar la mezcla con un trapo por encima para evitar que se cree una costra. Dar forma a las croquetas y pasarlas por el huevo batido y el pan rallado.
Puedes congelarlas o freírlas para comer en el momento.
Poner el aceite y la mantequilla al fuego y añadir los ingredientes que vaya a tener la croqueta. Puedes aprovechar los restos del cocido o un pollo asado, o hacer las tradicionales de jamón.
Incorporar la harina sin dejar de mover una vez se hayan salteado los ingredientes anteriores.
Cuando esté ligada y dorada, añadir leche o caldo, de poquito en poquito para ir integrando todo y para que vaya espesando. Si estuviera demasiado espesa, poner más leche. Añadir la nuez moscada y pimienta al gusto.
La textura adecuada de la bechamel para las croquetas se alcanza cuando, al remover con cuchara de palo, se despega de las paredes de la sartén o cazo donde la estamos haciendo.
Enfriar la mezcla con un trapo por encima para evitar que se cree una costra. Dar forma a las croquetas y pasarlas por el huevo batido y el pan rallado.
Puedes congelarlas o freírlas para comer en el momento.
Dulces, saladas, de jamón, vegetales… las croquetas admiten casi de todo, por eso como bien saben nuestras abuelas y abuelos, son nuestras mejores aliadas para aprovechar restos de comida que tengamos por la nevera y disminuir así nuestro despilfarro de alimentos. Croquetas de carne de cocido, de restos de pescado, de pollo asado, de champiñones, de queso para aprovechar los trozos olvidados en la nevera… ¡Deja volar la imaginación!